Una nutrición adecuada durante la infancia es fundamental para que el niño/niña pueda tener un correcto desarrollo psicomotor, físico, psíquico, social y emocional, que le permita conseguir su máximo potencial de salud.
El crecimiento es un proceso continuo desde el nacimiento hasta el final de la adolescencia. Dentro del proceso de crecimiento diferenciamos tres periodos: la primera infancia, el periodo de crecimiento estable de la etapa escolar y el periodo de crecimiento acelerado propio de la adolescencia.
Es imprescindible conocer las características físicas, fisiológicas, de comportamiento y emocionales de este periodo para poder actuar en materia alimentaria y prevenir la obesidad. Nos vamos a centrar en la etapa escolar, ya que en esta se puede trabajar desde la escuela, con niños y niñas, padres/madres y el profesorado, pero no debemos descuidar la alimentación del niño/niña desde el primer año de vida, porque la introducción de alimentos complementarios a la leche y la etapa del paso de lactante a adulto modificado son decisivas para la adquisición de hábitos en las etapas posteriores del desarrollo y prevenir enfermedades relacionadas con la alimentación. (Przyrembel, 2012)
En la etapa escolar podemos diferenciar 2 periodos, escolares pequeños entre 6 y 10 años y mayores entre 11 y 14 años. La diferenciación es debida al ritmo de crecimiento, entre los 6 y 10 años es uniforme y estable, la actividad física aumenta progresivamente, con gran oscilación individual. Sin embargo, el grupo entre 11 y 14 años es más heterogéneo en los ritmos de crecimiento y la actividad física y son más independientes del grupo familiar por lo que el grupo de iguales va a ser decisivo en muchos de sus comportamientos relacionados con la adquisición de hábitos y estilos de vida.
Las necesidades nutricionales dependen de muchos factores, como el ritmo de crecimiento y la actividad física que se realiza, por ello, las necesidades energéticas son orientativas y deberán individualizarse para cada niño/niña, pero hay que tener en cuenta que el gasto energético por actividad física puede oscilar entre 500 y 1500 Kcal. y el gasto por crecimiento entre 100 y 300 Kcal. al día. El ritmo de crecimiento es un indicador significativo del estado nutricional, y su vigilancia en los controles de salud mediante curvas basadas en percentiles va ser muy importante. Actualmente se utilizan las tablas de percentiles de la Fundación Orbegozo publicadas en 2004 aunque el Ministerio de Sanidad en su Guía de Práctica clínica para la Prevención y el Tratamiento de la Obesidad Infantojuvenil, propone seguir utilizando las tablas de 1988. En el momento actual se están revisando y actualizando la antropometría teniendo en cuenta las diferencias encontradas en niños y niñas alimentados con leche materna. La OMS (Una curva de crecimiento para el siglo XXI) (OMS, 2004) recomienda utilizar las tablas de referencias basadas en un estudio multicéntrico sobre el patrón de crecimiento (EMPC) realizado desde el 1997 al 2003.
La adolescencia constituye una de las etapas cruciales que comienza con el estirón puberal y culmina al cesar totalmente el crecimiento. Es la única etapa de la vida en la que se produce un desarrollo psicológico, psicosocial y cognitivo, el cuerpo del niño o niña se convierte en el de un varón o una mujer, comienza a partir de los 13 años.
Las necesidades energéticas y de nutrientes son superiores a las demandas. Se ha demostrado que la limitación de la ingesta de calorías o proteínas durante este periodo, inhibe el crecimiento. Y teniendo en cuenta que el hambre del adolescente no siempre es un buen indicador de la demanda nutricional, es muy importante prestar una atención especial a la alimentación para cubrir las necesidades energéticas de esta edad.
La adolescencia se caracteriza por ser una etapa de independencia y de cambios en el estilo de vida, con gran influencia del grupo de iguales. Las chicas y chicos adolescentes pasan más tiempo fuera de casa por lo que eligen los alimentos que consumen y que de alguna forma son los que representan el ideario social (comida rápida, Snack, dulces, etc…). La alteración de la imagen corporal y la necesidad de aceptación por el grupo de iguales, hace al adolescente más vulnerable a desarrollar hábitos insanos de alimentación, obesidad, pérdida de peso y algunos trastornos del comportamiento alimentario. Las chicas adolescentes son las más vulnerables, dado que están en un proceso de construcción de su identidad y hay autores que refieren que los trastornos del comportamiento alimentario se deben a fracasos en la superación de la adolescencia, por conflictos en el proceso de construcción de la identidad.
El equilibrio alimentario para la prevención de la obesidad infantil pasa por disminuir el consumo de chuchería y alimentos ricos en azucares simples, aumentar el consumo de frutas, verduras, legumbres y cereales a ser posible integrales. incluyendo productos lácteos abundantes (medio litro mínimo). disminuir el consumo de grasas de origen animal y aumentar el consumo de grasas poliinsaturadas (pescado azul y aceites de soja, girasol) o monoinsaturadas (aceite de oliva). Incluir antioxidantes procedentes de frutas y verduras (5 Raciones al día). NO OLVIDES EL EJERCICIO FÍSICO Y COCINA DE FORMA SANA.
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